Cuando has pasado toda tu vida, haciendo, siendo, solo para llegar al momento presente, y en este presente estás sentado en una fila en la "Embajada Americana", esperando, viendo a la gente impaciente y aburrida, dando su valioso tiempo de vida a un sistema en el que eres o no merecedor de la hospitalidad de una país, se lo cuestiona uno todo. ¿Qué hago yo aquí?
Sentada esperando que digan mi nombre por un parlante para llevar mi pasaporte hasta allí. Para que le pongan una impresión que me autoriza a pasar las fronteras de los Estados Unidos, porque, cómo todo suramericano "de bien" es mi deseo poder hacerlo cuando quiera. Y yo siempre quiero, que porque mi tía está allí, que porque mi hermano se quedó allá, que porque NY está llena de amigos, que porque quiero conocer San Francisco. Pero, y aquí empieza la verdadera inspección, por todos estos sueños en cualquier futuro, estoy aquí, en esta silla dura viendo llover con y a todas estas personas reunidas en un mismo lugar con cara de tragedia. ¿Cómo fué que llegamos los humanos a esto?
Quiero un planeta libre, donde el presente sea todo y reuniones así sean encuentros para celebrar. Dónde podamos movernos libres, alegres, conformes. Donde el hecho de "estar ahí" no te haga extranjera, donde la hospitalidad si exista, donde seamos simples humanos y nuestras mentes estén diluidas en la alegría del ser y estar , en vez de estar construyendo mundos de negaciones o de aventuras imaginadas en el futuro. ¿Alguien aquí es verdaderamente feliz?
Paciencia me digo, es de todas formas un acuerdo aceptado. Así es el mundo, hay fronteras y tienes que pedir permisos. Puedo ceder, saber que un día agradeceré mi propio sacrificio, llueve y hoy es el día del agua, seguiré aquí aunque quisiera estar en la quebrada cantando mantras para sanarla... sonrío esperando que alguien más lo haga.